lunes, 13 de septiembre de 2010

Algún lugar encontraré

Increíble canción de Andrés Calamaro, hecha para la película Caballos salvajes, y es una fuente de inspiración para mí.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El impulso nunca se perdió

                                                                                       
Escuchando la canción "Naturaleza muerta" de Gustavo Cerati descubrí una de las frases que más me gustan en piezas musicales: "el impulso nunca se perdió", y bueno, reflexioné acerca de la interpretación que le doy.

Cuando en la vida las cosas no avanzan muy bien, siempre estará ese impulso que nos hará sobrevivir o soportar la mala  racha, que he conocido muy bien en mi vida. Sea alguna enfermedad, depresión, mala suerte, pero todos atravesamos el lado amargo de la vida, estar abajo, levantarse, sacurdirse, llorar, enojarse, caer de nuevo, volver a alzar la mirada... Todo aquéllo que nos tira puede que no nos haga más fuerte, pero sí nos demuestra lo que se siente vivir, y también nos regala conocer ese impulso que evita que caigamos al vacío.

Después de haber traspasado el sufrimiento está la etapa de reconocimiento del daño o fuerza que nos ha dejado el desastre, y después de pasar por muchas cosas en la vida, he llegado a la conclusión de que mi gran recompensa es saber que en mi sangre corre todavía el impulso por amar y ser amado (gracias Nacho Vegas), que falta un buen tiempo para que se vaya de mí.

En definitiva interpreto la frase fuera de contexto (pero ¿qué tanto?, esuchen la canción y díganme si estoy muy fuera del uso que da Cerati), y aún así  ya me pertenece, cada vez que estoy triste o siento que la vida se complica acudo a recordar "el impulso nunca se perdió" y doy un paso adelante en la lucha por vivir, que no es tan fácil como parece, y para no quitar méritos, mis impulsos tienen nombre: María Eugenia, Alejandra, Anabel, Alma y el más grande pulso que tiene mi sangre: Karina. Gracias a ustedes recuerdo que el impulso en mí nunca se perdió, ni lo hará en las vidas que siguen.

Alejandro Edgar Oyosa Romero.
                                                                                                                                               

jueves, 9 de septiembre de 2010

Hablando con la muerte...

Nocturno en que habla la Muerte

Si la muerte hubiera venido aquí, a New Haven,
escondida en un hueco de mi ropa en la maleta,
en el bolsillo de uno de mis trajes,
entre las páginas de un libro
como la señal que ya no me recuerda nada;
si mi muerte particular estuviera esperando
una fecha, un instante que sólo ella conoce
para decirme: "Aquí estoy.
te he seguido como la sombra
que no es posible dejar así nomás en casa;
cpmo un poco de aire cálido e invisible
mezclado al aire duro y frío que respiras
como el recuerdo de lo que más quieres;
como el olvido, si, como el olvido
que has dejado caer sobre las cosas
que no quisieras recordar ahora.
Y es inútil que vuelvas la cabeza en mi busca:
estoy tan cerca que no puedes verme,
estoy fuera de ti y a un tiempo dentro.
Nada es el mar que como un dios quisiste
poner entre los dos;
nada es la tierra que los hombre miden
y por la que matan y mueren;
ni el sueño en que quisieras creer que vives
sin mí, cuando yo misma lo dibujo y lo borro;
ni los días que cuentas
una vez y otra vez a todas horas,
ni las horas que matas con orgullo
sin pensar que renacen fuera de ti.
Nada son estas cosas ni los innumerables
lazos que me tendiste,
ni las infantiles argucias con que has querido dejarme
engañada, olvidada.
Aquí estoy, ¿no me sientes?
Abre los ojos; ciérralos, si quieres."
Y me pregunto ahora,
si nadie entró en la pieza contigua,
¿quién cerró cautelosamente la puerta?
¡Qué misteriosa fuerza de gravedad
hizo caer la hoja de papel que estaba en la mesa?
¿Por qué se instala aquí, de pronto, y sin que yo la invite,
la voz de una mujer que habla en la calle?
Y al oprimir la pluma,
algo como la sangre late y circula en ella,
y siento que las letras desiguales
que escribo ahora,
más pequeñas, más trémulas, más débiles,
ya no son de mi mano solamente.

Javier Villaurrutia, sacado del libro "Nostalgia de la Muerte"

martes, 7 de septiembre de 2010

Un cover de Johhny Cash que me pone la piel chinita...

Una gran canción que en voz de Johhny Cash suena como la crónica de una vida entera, por más amor que tengamos a nuestro alrededor siempre haremos daño a alguien que amemos, y a veces a nosotros mismos...y la parte del coro hace que me tiemble el corazón: "What have I become, my sweetest friend, everyone I know goes away in the end"

En fin, comparto las emociones que me hace sentir esta gran canción en la voz de un gran compositor y cantante...
Ah sí, y el video es bastante profundo, como un aviso de que pronto moriría, en verdad me impactó bastante.


lunes, 6 de septiembre de 2010

Y así comienza este blog...

Con algunos pequeños cuentos es como se inaugura este espacio virtual, todos ellos incluidos en la revista El Cuento, en su número 136, de los meses julio-diciembre,  año 1997.


Cuento breve

—A morir — dijo mi cuerpo.
— No puede ser, debo llamar al médico.
—Tiene usted una fuerte intoxicación, tómese diez días de llanto.

                                                                                         Maritza Álvarez


Mensaje

En el espejo, junto a la tina en que halló su cuerpo desangrado, estaba el mensaje. "Cúlpese de mi muerte a todos."
Después de leerlo repetidas veces, salió a buscarlos.

                                                                                        Xóchitl De San Jorge

Lázara

Cuando aumentaron las cuotas hoteleras
—Se volvió campista.
Cuando aumentó la carne
—Se volvió vegetariana.
Y cuando aumentaron los gastos funerarios
—Se arrepintió de haber resucitado.

                                                                                       María Socorro Corona Sánchez

Con la intención de llevárselo

Sabía que vendría por él en la noche; por eso, verla entrar no le sorprendió.
Se paró al pie de la cama con la intención de llevárselo, pero al ver la mezcla de supuración y sangre que brotaba de las heridas y tenía de púrpura las sábanas, un intenso malestar se apoderó de ella, soltó la guadaña y cayó muerta.

                                                                                      Bernarda Solís

Cuestión de formas

La muchacha de los ojos profundos y los pies descalzos se acercó a preguntarme cabizbaja:
—¿ Por qué das golpes al viento?
—No doy golpes al viento, doy  golpes a mi sombra.
—Pues, la sombra debería replicar tu locura.
—La locura no es mía, es de la sombra... yo sólo me defiendo.

                                                                                     Cynthia Rodríguez Leija